miércoles, 5 de septiembre de 2012

Domingo 23 Ciclo B


Primera lectura

Isaías 35, 4-7

Díganles a los que están asustados: «Calma, no tengan miedo, porque ya viene su Dios a vengarse, a darles a ellos su merecido; él mismo viene a salvarlos a ustedes.» Entonces los ojos de los ciegos se despegarán, y los oídos de los sordos se abrirán,  los cojos saltarán como cabritos y la lengua de los mudos gritará de alegría. Porque en el desierto brotarán chorros de agua, que correrán como ríos por la superficie.  La tierra ardiente se convertirá en una laguna, y el suelo sediento se llenará de vertientes. Las cuevas donde dormían los lobos se taparán con cañas y juncos...

El profeta Isaías, anuncia lo que ha de suceder en el mundo espiritual, después de la llegada del Mesías o Salvador. Es Dios en persona el que viene a salvar. No envía a otros, sino que Dios mismo se hace hombre y llega en persona  a traer la salvación. Es Jesús, el Salvador. Los milagros de Jesús van dando cumplimiento a este anuncio del profeta: hace ver a los ciegos, hace oir a los sordos (como el del Evangelio de hoy) hace hablar a los mudos y cura a los paralíticos. Y las almas que antes eran estériles y secas como desiertos y páramos y estepas se convertiran en fuentes de aguas vivas que saltan hasta la vida eterna, según lo dijo el mismo Jesucristo (Jn. 4, 14).
Después de la venida del redentor, sí que se puede repetir a los creyentes la primera frase de la lectura de hoy: Díganles a los que están asustados: «Calma, no tengan miedo, o aquello que repetía San Pablo:  "Si Dios está con nosotros, ¿Quién podrá contra nosotros?". Dios que nos dió a su propio Hijo, ¿que ayuda nos podrá negar ahora?

Salmo

Sal. 146 (145), 1 - 10
              [1] ¡Aleluya! ¡Alaba al Señor, alma mía! [2] Mientras viva yo quiero alabar al Señor, quiero salmodiar para el Señor mientras exista. [3] No pongas tucconfianza en los que mandan, ni en el mortal, que no puede salvarte; [4] no bien se le va el alma, vuelve al polvo, y ese día se acaban sus proyectos.   [5] Dichoso aquel que al Dios de Jacob tiene de ayuda y pone su esperanza en el Señor, su Dios, [6] en el que hizo los cielos y la tierra, el mar y todo cuanto ellos encierran. El su lealtad conserva siempre, [7] y su justicia da a los oprimidos, proporciona su pan a los hambrientos.   El Señor deja libres a los presos. [8] el Señor da la vista a los ciegos, el Señor endereza a los encorvados, el Señor ama a los justos; [9] da el Señor protección al forastero, y reanima al huérfano y a la viuda, mas desvía el camino de los malvados. [10] El Señor reina para siempre, tu Dios, Sión, de generación en generación. ¡Aleluya!   

El Salmo que recitamos hoy, va recordando como Dios repite los portentos y prodigios que anuncia la Primera Lectura:   el Señor da la vista a los ciegos, el Señor endereza a los encorvados etc. Y esto lo hace más de manera Espiritual, que de manera material.

Segunda Lectura 

Stgo. 2, 1-5.
[1] Hermanos, si realmente creen en Jesús, nuestro Señor, el Cristo glorioso, no hagan diferencias entre personas. [2] Supongamos que entra en su asamblea un hombre muy bien vestido y con un anillo de oro y entra también un pobre con ropas sucias, [3] y ustedes se deshacen en atenciones con el hombre bien vestido. Le dicen: «Tome este asiento, que es muy bueno», mientras que al pobre le dicen: «Quédate de pie», o bien: «Siéntate en el suelo a mis pies». [4] Díganme, ¿no sería hacer diferencias y hacerlas con criterios pésimos? [5] Miren, hermanos, ¿acaso no ha escogido Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos en la fe? ¿No les dará el reino que prometió a quienes lo aman? 

Esto que critica el apóstol se sigue haciendo ahora. Llega un rico muy bien vestido, con carro lujoso y se le atiende enseguida. Llega el pobre andrajoso y se le deja esperar ahi a un lado,como alguien que estorba y no agrada. Pero Santiago nos recuerda que hacer esta distinción odiosa, no esta bien en los que siguen a Jesucristo, por que Dios escogió a los pobres para hacerlos ricos en la fe, como los12 apóstoles que eran gente muy pobre, pero cambiaron al mundo llevando por todas partes las riquezas del la fe en Jesucristo.

Seria impresionante que a nosotros los creyentes nos filmaran una película cuando estamos atendiendo al público - Se vería que a los pobres los vamos atendiendo friamente, a la carrera casi con desprecio. En cambio, tan pronto como aparece una persona lujosamente vestida (que llega quizá en un auto último modelo), inmediatamente cambia nuestro modo de atender: ¡Ahí sí que derrochamos atenciones! - Entonces, ¿a quíen rendimos honores al tratar a la gente? ¿al dinero, al lujo, a la alta clase social? ¿o a Cristo que está representado en cada persona pobre?
Cuando ésta película aparezca ante el trono del Juicio de Dios, a la hora de la sentencia final, quizá nos vamos a quedar aterrados al ver que lo que el apóstol Santiago tanto reprochaba, nosotros lo seguimos haciendo.  Señor, ¿que hacer para no seguir obrando de esta manera? ¡Ilumínanos Tú!

Evangelio:

Mc. 7, 31-37.
31.Saliendo de las tierras de Tiro, Jesús pasó por Sidón y, dando la vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de la Decápolis.
32.Allí le presentaron un sordo que hablaba con dificultad, y le pidieron que le impusiera la mano.
33.Jesús lo apartó de la gente, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua.
34.En seguida levantó los ojos al cielo, suspiró y dijo: «Effetá», que quiere decir: «Abrete. »
35.Al instante se le abrieron los oídos, le desapareció el defecto de la lengua y comenzó a hablar correctamente.
36.Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie, pero cuanto más insistía, tanto más ellos lo publicaban.
37.Estaban fuera de sí y decían muy asombrados: «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Los milagros de Jesús nos enseñan quizá tanto como sus sermones. Hay que  buscar enseñanzas en los milagros. El milagro de hoy debe ser para cada uno un llamamiento para conmovernos ante los que sufren. El sordomudo es un incomunicado: no oye, no habla, Está aislado en su soledad. El poder comunicarse con los demás es un gran Don de Dios que hay que agradecerle frecuentemente. No comunicarse es empobrecerse. "Aislarse es disminuirse" dice el Concilio Vaticano. No comunicarse es dejar tesoros sin compartir. Por eso Jesús se conmovió ante el sordomudo.

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